Una vela encendida por el Señor no se apaga soplándola.

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¿Quién se atreve a apagar la luz de la guía que Dios ha creado?

La historia está llena de escenas de destrucción en las que aquellos que querían apagar esa luz que terminaron ahogandóse. El Corán describe con elocuencia a aquellos ignorantes de su propia insignificancia y a la vez con sus inmensos crímenes cometidos cómo se desmoronaron en el camino de la rebeldía:

يُرِيدُونَ أَنْ يُطْفِئُوا نُورَ اللهِ بِأَفْوَاهِهِمْ وَيَأْبَى اللهُ إِلاَّ أَنْ يُتِمَّ نُورَهُ وَلَوْ كَرِهَ الْكَافِرُونَ

“Ambicionan (con renovados planes y estratagemas) extinguir la luz de Dios (Su favor que es el Islam, como si soplaran) con sus bocas. Sin embargo Dios se niega a todo lo que no sea completar Su luz, no importa cuán odioso les pueda resultar a los incrédulos criminales.” Sura 9 At-Tawba (El arrepentimiento) 9/32

Los esfuerzos de esta gente de incredulidad y rebeldía por extinguir y hacer ineficaz la luz divina se expresan en el versículo con el verbo yurīdūna  يُرِيدُونَ   (Ellos quieren). Este verbo, al estar en forma de presente , también se refiere al presente continuo y al futuro. Es decir, a lo largo de la historia siempre ha habido quienes se han sentido molestos por la luz de la Revelación y han querido impedirla, y seguirá habiéndolos en el futuro, tal y como está ocurriendo en la actualidad.  Estas almas oscurecidas, enemigas de la luz, incapaces de soportar que la luz divina ilumine los horizontes, tratarán de obstaculizar a quienes la sirven, de frustrar sus obras y de cerrar las instituciones que han construido en nombre del servicio sagrado. Intentarán hacer tropezar, disuadir o incluso aniquilar a aquellas almas devotas que se apresuran a encender las velas de los demás.

Están tan obsesionados con el mal que atacarán a personas inocentes, disfrutarán con los abusos que cometan contra ellas y, por muchas personas que derriben con sus ataques, nunca estarán satisfechos con su maldad, sino que continuarán con su rebeldía hasta que no quede nadie en pie. Estos corruptores que aprendieron sus lecciones del Satanás, harán todo el mal que puedan con todo tipo de artimañas y complots para apagar las luces encendidas. Si se les ocurre alguna maldad por la noche, no esperarán a la mañana siguiente; si se les ocurre alguna intriga por el día, no esperarán a la noche, sino que la llevarán a cabo de inmediato. Aunque soplen sin cesar con todas sus fuerzas y medios para apagar la luz de Dios, nunca lograrán plenamente su objetivo. Porque  «una vela encendida por el Señor no se apaga soplándola». De hecho, en la continuación del versículo, se declara que Dios frustrará todos sus esfuerzos, como se indica en la frase  «وَيَأْبَى اللهُ إِلاَّ أَنْ يُتِمَّ نُورَهُ».  Con la señal del versículo, se puede decir lo siguiente: “¡Pobres! ¡Os esforzáis en vano, vuestro trabajo es en vano! Porque la Voluntad Sublime y la Sabiduría Divina de Dios se manifestarán para completar Su luz.  Aquellos que quieran apagarlo verán frustrados sus planes, sus estrategias se verán trastocadas y les dará una lección”. De hecho, así ha sido hasta ahora. Por mucho que se esfuercen los ingratos, Dios ha hecho que sus trampas se vuelvan en su contra y ha completado Su luz en cada ocasión.

En la época del Profeta , las almas oscuras, molestas por la luz que encendió el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones sean con él), movilizaron todas sus fuerzas para apagar esa luz.  Sin embargo, el Orgullo de la Humanidad, entregado a su misión, no se dejó intimidar por los obstáculos, dejó de lado los placeres y deleites mundanos y trabajó incansablemente día y noche para difundir esa luz divina. ¿Cuál fue el resultado?. Como lo expresó el poeta Akif : “La impotencia, cuyo único derecho era ser aplastada, resurgió / La opresión, cuyo fin ni siquiera se le pasaba por la cabeza, desapareció”.  Así pues, aquellos que infligieron todo tipo de tormentos al Mensajero de Dios cayeron uno tras otro, y hoy en día ni siquiera se mencionan sus nombres. Sin embargo, la luz que difundió el Mensajero de Dios y los bordados de la sabiduría que tejió siguen brillando ante nuestros ojos.  Cuando los incrédulos y los malvados de aquella época proclamaron: «¡Se acabó!», nada había terminado realmente. Aunque el sol y la luna se eclipsaron y oscurecieron momentáneamente, no se pusieron; cuando su tiempo regresó, comenzaron a esparcir su luz una vez más. Y, con el permiso y la ayuda de Dios, esto continuará hasta el día del Juicio Final.

Si vivís lo suficiente, lo veréis: la eclipse temporal que se vive hoy en día también terminará, la luna volverá a salir llena, y con su halo. Las almas oscuras de hoy tampoco podrán apagar la luz de Dios, por lo que sufrirán un fracaso tras otro y se retorcerán en su desilusión. Porque, “ Un corazón que conoce la verdad no se consuela con los placeres efímeros que Dios le da; más bien, recibe tristeza para que no caiga en la negligencia. El Señor no abandona a sus siervos predilectos ni los deja a su suerte. 

Cuando llegue ese día, tal vez sintáis lástima por su lamentable situación. Sentiréis lástima porque no han utilizado su energía y dinamismo en pro de la justicia y la verdad, porque no se han unido a quienes sirven a la religión con sinceridad y, por lo tanto, porque han perdido en la oportunidad de ganar. Sentiréis lástima por ellos, porque no pueden dejar atrás este mundo, sino que se quedan atrapados en él, oscureciendo sus mundos espirituales en palacios negros. Vosotros diréis que “ ojalá no se hubieran quedado atrapados en el mundo, en los cargos , honores y en la fama; ojalá hubieran utilizado los medios a su alcance no para apagar la luz de Dios, sino para hacerla brillar, y así se hubieran salvado”. Pero, por desgracia, hoy ni siquiera son conscientes de la vertiginosa caída en la que se encuentran.

Los agresores que se esfuerzan por apagar la vela encendida por Dios, están tan obsesionados con el mal que cada día traman nuevas conspiraciones y tratan de desviar a los defensores de la causa con artimañas que ni siquiera se le ocurrirían al Satanás. Con su crueldad y maldad, les infligen todo tipo de sufrimiento, intentan hacerles la vida imposible, pero hay un aspecto muy importante que señala este versículo, a pesar de que se refiere a otro contexto, en relación con vuestra situación : إِنْ تَكُونُوا تَأْلَمُونَ فَإِنَّهُمْ يَأْلَمُونَ كَمَا تَأْلَمُونَ وَتَرْجُونَ مِنَ اللهِ مَا لاَ يَرْجُونَ  “ Si sufrís (padeciendo calamidades), ellos también sufren como sufrís vosotros; pero vosotros esperáis (recibir) de Dios lo que ellos no esperan ” (Sura 4 An-Nisa’ (Las Mujeres)  4/104). Como dice el Corán, el dolor y el sufrimiento que padecen los opresores en este mundo no son menores que los de los oprimidos. Pero hay una diferencia importante: el dolor que padecerán los opresores en el más allá será mucho mayor que el que padecen en este mundo. Para aquellos que han seguido el camino de Dios y han buscado su satisfacción y beneplácito, no existe tal cosa como «perder». Mientras que los opresores irán al más allá cargados con los derechos de los demás, en cambio los inocentes y oprimidos irán como acreedores.

Ninguno de nosotros ha sufrido las penurias que padeció nuestro Profeta (la paz y las bendiciones sean con él). Su vida estuvo llena de tribulaciones y sufrimientos. Por ejemplo, en Uhud le partieron la cabeza y le rompieron un diente. Sus seres queridos cayeron uno tras otro. Su querido tío Hamza fue martirizado; Mus’ab ibn Umayr perdió los brazos y luego dio su vida por defenderlo. Muchos más que habían protegido a nuestro Profeta fueron martirizados uno a uno. Por supuesto, todo esto hirió profundamente al Mensajero de Dios. Sin embargo, para el Profeta y sus compañeros, había un gran consuelo: sabían que quienes eran martirizados irían al paraíso, que habían emigrado de este mundo de sufrimiento al reino de la fidelidad. Creían que, tras esta vida terrenal temporal, se reencontrarían en el más allá, tomados de la mano y siendo honrados con la visión de Dios Todopoderoso. Dada esta realidad, ¿podría considerarse una pérdida lo sucedido?

Como han afirmado maestros espirituales como Muhyiddin Ibn Arabi y el Imam Rabbani, los creyentes que tienen una fe sincera en Dios pueden experimentar y participar más de Sus manifestaciones majestuosas (yalali) que de Sus manifestaciones hermosas (yamali). Porque en momentos de adversidad y desgracia se vuelven más devotos hacia Dios y le suplican con más fervor. En tiempos normales también mantienen su línea de conducta y continúan su relación con su Señor. Sin embargo, ante las manifestaciones de la majestad divina experimentan una tensión metafísica más intensa y se vuelven más sinceros y devotos hacia Dios. Y Dios no deja sin respuesta sus súplicas. Como se expresa en el versículo sagrado, Dios responde a las plegarias de los necesitados. Un hadiz qudsi también afirma que Él está con los corazones rotos. Sí, según un hermoso dicho transmitido como hadiz, Él mira con benevolencia a los corazones tristes y afligidos, y los honra con su presencia. (Sehâwî, el-Maqâsidu’l-Hasene 1/169; Münâwî, Feizu’l-Qadîr 2/69).

¿Acaso no es suficiente para el creyente el honor de caminar hacia el paraíso, saludando al Señor Misericordioso y olvidando todas las penurias del mundo?